Ketoret - Incienso
En la Torá encontramos tres mitzvot referidas directamente al ketoret, incienso, y éstas son:
ofrecer dos veces diariamente incienso en el Santuario (Shemot 30:7) (afirmativo).No ofrecer incienso extraño ni cualquier sacrificio en el "altar dorado" (Shemot 30:9) (negativo).No cambiar la fórmula del incienso ordenada por la Torá (Shemot 30:37) (JJN146).
Veamos con un poco de detenimiento el significado del ketoret.
En principio, ¿a qué etimología responde?
Sabemos que la palabra que denomina el sacrificio genérico en el Santuario en honor a H’ es korbán, cuya raíz lingüística se asocia a "karob", que es "cercano", "próximo", es decir, el judío por intermedio de su ofrenda animal o vegetal se permite acercarse un poco al Eterno.
En tanto la voz ketoret, podemos asociarla a "kitur", que es "amarrado", "ligado", "unido".
Por lo cual, en una fácil interpretación podemos concluir que en el momento de elevar el incienso, la persona se liga, se adhiere al Eterno, que es la Fuente de todos los bienes y el destino de nuestros anhelos.
Pero, contemplemos un poco más la antigua y bella mitzvá de elevar incienso en el "altar dorado".
En Iom Kippur, el Cohén Gadol (Sumo Sacerdote) entraba al "Santo de los Santos" (la cámara más interior del Mikdash de Ierushalaim) para ofrecer el ketoret -incienso- a H’.
De acuerdo a la literatura mística (Zohar), la ofrenda del ketoret era el más prestigioso y sagrado de los servicios rituales oficiados en el Mikdash. En sí, el ketoret era una mezcla de once hierbas y bálsamos cuyos precisos ingredientes y manera de preparación fueron ordenados por H’ a Moshé (Shemot 30:34-38; T.B. Keritot 6a y T.I. Iomá 4:5.), y de los cuales en la actualidad no se tiene precisa noción de cuales son.
Por orden de la Torá, está prohibido indagar en esta cuestión y variar su fórmula exacta.
De manera regular, dos veces al día, el ketoret se incineraba sobre el "altar de oro" que se alzaba en el Kodesh, o lugar "Santo" del Mikdash (Shemot 30:8,9.)
Sin embargo, en Iom Kippur, además de las ofrendas cotidianas de ketoret, el Cohén Gadol entraba al Santo de los Santos con un sartén de carbones ardientes en su mano derecha y un cucharón lleno de ketoret en su mano izquierda; allí medía el ketoret, lo colocaba sobre los carbones, esperaba a que la cámara se llenara del humo oloroso del incienso ardiendo, y salía presuroso de la sala (Vaikrá 16:12,13; T.B., Iomá 5:1). Este era el punto culminante del servicio ritual de Iom Kippur en el Mikdash.
Algunos interpretes tanájicos racionalistas, a su cabeza Maimónides, quisieron encontrar una función práctica a la quema de ketoret, así por ejemplo lo explicaron como paliativo de los olores desagradables provenientes de la carne y sangre de animal recientemente muerto, que podrían haber saturado el Mikdash. Leamos directamente sus palabras en Guía de los Perplejos, Parte III, cap. 45:
"Dado que muchos animales eran faenados en el sagrado lugar cada día, su carne trozada y quemada, y sus intestinos limpiados, su olor indudablemente sería como el de un matadero... Por lo tanto, ordenó H’ que el ketoret fuera incinerado dos veces al día, cada mañana y tarde, para prestarle una fragancia grata [al Beit Mikdash] y a los vestidos de aquellos que servían en él".
Pero, nosotros conocemos al RaMBa"M, y no podemos quedarnos con el sentido llano de sus enseñanzas, pues reconocer en el ketoret un anticuado desodorante de ambientes es rebajar la importancia de una mitzvá y perder de vista su contenido profundo.
Ya Rabeinu Bejáie nos advirtió (en su comentario a Shemot 30:1): "H’ libre [decir] que el gran principio y misterio del ketoret fuera reducido a este propósito mundano".
Por su parte, R. Aarón HaLeví indica que la finalidad del incienso llenar de alegría y gozo el alma del judío que se encuentra en el Santuario, para que de esa manera pueda ofrecer sus plegarias y sacrificios con mayor devoción e intención.
Es decir, a través de una percepción material, del sentido del olfato, se procura llevar al judío a una mejor disposición en su entrega a H’.
Retomemos lo que indicamos más arriba, que el korbán ofrecido en el Beit Mikdash tenía como función aproximar al hombre a su Dios, por intermedio de la ofrenda voluntaria y simbólica de su "ser animal" a los designios del Eterno.
Este "ser animal" tiene una faz positiva y otra negativa, la que se intenta erradicar en la medida de lo humanamente posible es la segunda; en tanto que la primera se procura educar, guiar y elevar.
Entonces, cuando Maimónides menciona el "olor desagradable" que emana de los sacrificios quizás nos quiere significar que la persona que trae su animal al Mikdash, intenta ofrendar su aspecto positivo, lo que dentro de lo animal es más refinado o refinable; pero, "olor desagradable", es decir, lo más radicalmente alejado del Bien, ahí está también, como núcleo poderoso que lucha por imponerse a la persona en su totalidad.
Como si el sacrificio del "ser animal" sublimable, sacara a luz el otro aspecto, más duro de vencer, y que tiene fuerza como para invadir el ambiente con su desagradable presencia.
Por lo tanto, el ketoret, en tanto aroma sumamente agradable no solo ejercía funciones de fragancia exótica y agradable, sino que servía como elemento en el trabajo de sublimar el "mal olor", el cariz pernicioso del "ser animal".
Esto, podría para explicar las dos ofrendas diarias de ketoret, que se hacía en el Devir, en el gran salón próximo al lugar de los sacrificios, por lo cual, cercano a los olores emitidos por los korbanot.
Sin embargo, el Kodesh Hakodashim (Santo de todos los Santos), que era la más pequeña cámara, cerrada y apartada del Mikdash, ¿podía verse materialmente afectado por el aroma de los korbanot?
Y en un aspecto espiritual, en Iom Kippur que "no hay licencia para las fuerzas del mal para acusar" y en el Kodesh HaKodashim, lugar consagrado por excelencia dentro del Santuario, y que no se utilizaba en el resto del año, ¿podemos pensar que las "fuerzas" de los "olores desagradables" podrían tener influencias dentro de él?
Como habíamos explicado antes, la sublimación del mal de la persona se lograba merced a la acción conjugada del esfuerzo personal junto al aroma del ketoret.
La esencia del ketoret es servir como vehículo material del deseo primordial del hombre por adherirse al Eterno.
Este deseo de adhesión a H’, radica en el núcleo, en la médula de su ser, podríamos decir, en su Kodesh HaKodashim, de su lugar más recóndito y privado, más sagrado, que por lo tanto está esencialmente más apartado de la materialidad, de la dependencia a la materia, del centro que es más espíritu que material.
Por lo cual, podemos explicar la quema de ketoret en Iom Kippur en el Kodesh HaKodashim como una expresión del grado de mayor pureza, dentro de lo humano, que busca alcanzar la ligazón más perfecta con H’.
Ya no se trata de sobreponerse al mal intrínseco a la persona, pues éste está superado (momentáneamente) sino elevar aun más lo que es elevado por propia cualidad.
El ketoret que en épocas del Mikdash se quemaba materialmente, hoy, de similar manera que ocurre con los korbanot, dejó paso al simbolismo y a las acciones interiores.
Ya no se quema incienso en un "altar dorado" en procura de apartar los instintos más primitivos, ni siquiera para sublimar lo cuasi insublimable, sino que se procede a ofrendar otro tipo de ketoret, uno que podríamos denominar como ketoret espiritual, que es conocido generalmente como teshuvá (arrepentimiento, enmienda, regreso a lo Verdadero).
Al igual que el incienso del Mikdash servía para batallar contra los elementos más perniciosos de la persona, la teshuvá se erige como parapeto y arma de lucha contra lo propio y negativo.
Si el ketoret cotidiano, puede significar arrepentirse, y enmendarse, el ketoret especial ofrecido en Kippur puede querer significar la teshuvá más perfecta, aquella que permite asociar el ketoret con la palabra "unir" en este caso, "unirse al Eterno".
Batshefa Alegría