El Mishkán, ha sido levantado en mitad de la nada, en la infertilidad del desierto, en la posibilidad de todo.
Culmina la edificación del Santuario (del microcosmos planificado por Dios para reflejar y perfeccionar al universo).
Termina la construcción del Santuario, que fuera obra:
del diseño divino,
del esfuerzo de los de corazón entendido,
de la contribución de las personas de generoso corazón.
Así completan los hijos de Israel de cumplir fidedignamente todo el trabajo, conforme a lo que el Eterno estableciera para hacer.
Y como colofón del mishkam encierra las 39 prohibiciones de Shabat, esto nos enseña que el judio debe,asi como se esmero en la construcción del mishkam (que ya no esta) recordar y velar por el shabat (que si esta) entonces:
"Moshé [Moisés] vio toda la obra, y he aquí que la habían hecho como el Eterno había mandado; así la habían hecho. Y los bendijo Moshé [Moisés]."
(Shemot / Éxodo 39:43)
Cuando el sabio contempla la obra de hombres, en armonía con el divino designio, no puede dejar de emitir una bendición que reconoce la santidad de lo actuado, la belleza trascendente de lo adquirido a través de la personal labor.
De modo paralelo a como el Eterno hiciera al contemplar Su obra:
"Elokim vio todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno… Por eso Elokim bendijo y santificó el séptimo día, porque en él reposó de toda su obra de creación que Elokim había hecho para hacerse."
(Bereshit / Génesis 1:31, 2:3)
Similar efecto de bendición acontece cuando se cumple con las mitzvot -los preceptos- (que son el detallado programa para perfeccionar a la persona y la sociedad que el Eterno ha entregado a Israel). Cuando la persona acata fielmente los mandamientos, ¿cómo no habrá de sentir la energía de la bendición llenando cada poro de su existencia? ¿Cómo no habrá de gozar la dicha de estar sirviendo al Rey, de acuerdo a lo que es Su deseo?
En palabras del salmo:
"Sea sobre nosotros la gracia del Eterno nuestro Elokim. La obra de nuestras manos confirma entre nosotros; sí, confirma la obra de nuestras manos."
(Tehilim / Salmos 90:17)
La obra de nuestras manos, es lo que atrae la gracia del Eterno.
El cumplimiento de Sus mandamientos, es lo que hace de la persona un recipiente de Sus bondades pródigas.
¿Y qué es la acción acorde al deseo de Dios, sino la mejor manifestación de nuestro amor por Él?
Pues, el amor verdadero no es el arrebato de la pasión, ni el ardor opresivo del capricho, ni la ceguera del enamoramiento, ni la indefinición del romanticismo, ni la superficialidad del sentimiento, ni las promesas soltadas al vacío… no, nada de esto es la manifestación real del amor…
El amor se expresa por actos concretos, el amor se evidencia en los hechos, el amor es un resultado de acciones y no de emociones.
Cuando el que ama dedica su esfuerzo para sacar a relucir lo mejor de la persona amada, en concordancia con sus potencialidades, y en ausencia de cualquier deseo egoísta, estamos en presencia del amor interpersonal.
Cuando el que ama a Dios se dedica a acatar Sus órdenes, las entienda o no, y las cumple tan sólo porqué eso es lo que Dios demanda, entonces estamos en presencia del máximo amor que una persona puede demostrar por Dios.
Ese es el amor que manifestaron los hijos de Israel al erigir el Santuario, y ese es el amor que sostuvo y sostiene al judaísmo vigente, rozagante y confiado en alcanzar un mundo mejor, incluso hoy más de 3000 años después, y tras decenas de exilios, persecuciones, censuras, opresiones y seudo-libertades.
El amor está en los hechos, no en las palabras, ni en la fe.
Y la bendición, como no podía ser de otra manera, está en el amor:
"El Eterno guarda a todos los que Le aman, pero destruirá a todos los impíos."
(Tehilim / Salmos 145:20)
Yehudah Ben Avi